domingo, 9 de febrero de 2014

El Infierno de los Suicidas. Capítulo 32: RIVER

—¿Recuerdas ese episodio de Los Simpson en el que Homero y Marge engañan a Bart y a Lisa diciendo que los llevarán a Disney y acaban en el dentista? —preguntó River.

—Sí —dijo Lena.

—Esto es mucho peor —añadió River al darse cuenta de dónde estaban.

Lena subió los escalones que llevaban a las dos gruesas puertas de madera de un edificio de cinco pisos. A los lados de esta sobrecogedora estructura se desprendían dos largas edificaciones llenas de ventanas, y otra construcción más pequeña que debía ser la cafetería.

—Bienvenido a la escuela —sonrió Lena tras forzar la cerradura y abrir la puerta.

—No quiero —dijo River en tono socarrón e infantil mientras veía la bandera empapada, todavía izada e inerte, en medio de una noche en el que el viento parecía haber desaparecido junto con toda la raza humana.

—Ring, ring —Lena extendió la mano invitándole a entrar.


—Olvídalo —se quejó River.

—La brújula nos trajo hasta acá —insistió Lena.

—Pleno apocalipsis y solo estamos armados con una maldita brújula y una cinta de super 8. ¿Te parece sensato? —preguntó River.

—Bien —dijo Lena colocando ambos objetos en el escalón en el que estaba de pie—. Quítame  cualquiera de las dos cosas y nos vamos a donde quieras.

—Añade un par de piernas abiertas a la apuesta y tenemos un trato —dijo River.

La comisura de labios de Lena se curvó apenas de forma visible.

—Tiremos los dados, entonces.

—Oh sí —sonrió River—. Tiremos.


Viéndola sin el impermeable, vistiendo una franela húmeda que se adhería a sus pechos redondos, y del tamaño ideal para encajar en sus manos, River sintió que se le calentaba la entrepierna. No sería la primera vez que la frontera entre pelea y sexo salvaje se borraba entre ellos. Y eso lo excitaba.
Lena se agachó y recogió la brújula y la cinta abanicándolas lentamente para incitar a River.

«Como si hiciera falta».

Cuando River se acercó lo suficiente, Lena se llevó las manos detrás de la espalda. Había un brillo malicioso en sus ojos que le gustó a River tanto como una patada en las bolas.

Eso solo significaba una cosa: Lena lo sabía.

«Maldita sea —pensó River—. Es una trampa».

Lena intentó golpearlo con el dorso de la mano, pero River bloqueó dos ataques que vinieron seguidos en fracciones de segundo.

Si bien River logró detener ambos golpes, ella le había atrapado el brazo. Los dos se desplazaron de forma circular, en una especie de movimiento de baile, en el que Lena buscaba doblarle el antebrazo y él zafarse de su agarre.

Lo peor de todo, es que River no veía por ninguna parte la brújula y la cinta de super 8.

«Joder», fue lo único que le pasó por la cabeza mientras esquivaba una, dos, tres arremetidas de Lena. El cuarto movimiento fue tan brutal que pudo haber abollado un poste de luz hasta doblarlo por la mitad. River no tuvo oportunidad sino de utilizar su antebrazo como escudo. Un movimiento del que se arrepintió al instante.

Aunque River logró contener un grito de dolor, su cara lo delató.

    
—¿Creías que no me iba a dar cuenta? —preguntó Lena.

—Ahora sabes por qué no me molesté en terminar lo que comencé —admitió River.

—Pero él está vivo —dijo Lena acusándolo.

—Él está vivo y nosotros estamos jodidos.

—¿Te rindes?

Lo último que River vio fue Lena sonriendo. Entre un segundo y el otro, se encontraba en el piso y no supo el porqué. Desde el suelo, River giró su cuerpo aprovechando su propia caída, y le estampó una patada en el costado a Lena.

«Como golpear concreto».

A pesar de haber huido de los ojos púrpuras, Lena mantenía muchas de sus habilidades tan afiladas como siempre. No así sus otros talentos. River podía sentirlo.

—Todavía te queda algo en el tanque —reconoció Lena.

—Más de lo que crees —dijo River.

Lena se tanteó los bolsillos traseros del pantalón y sonrió negando con la cabeza. Sus ojos eran dos dagas azules. Pareció que iba a decir algo, pero solo apretó los labios saboreando la amarga derrota.
—¿Y ahora? —preguntó cruzando los brazos.

River le lanzó la brújula para que ella la atajara.


—Ahora... Que comiencen las clases.

Continuará...

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El Infierno de los Suicidas publica capítulos nuevos cada semana. Te esperamos cada lunes para un nuevo episodio.

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