Lena juró que jamás
lo haría de nuevo.
Pero allí estaba.
Llorando.
Apenas recuperó la
consciencia, sintió latigazos de dolor por doquier y la horrible presión del aplastante
derribo que la sepultaba. El polvillo gris que le cubría el rostro, y se le
metía por la nariz, resultaba asfixiante.
—¡Aghhh! —gritó Lena
entre sollozos de desesperación.
«Contrólate», pensó
temiendo desmayarse en cualquier momento. «Ni que fuera la primera vez».
Lena se calmó, logrando
que el aire le bajara por la garganta, y miró a los lados. Su cuello crujió mientras
sufría el aguijonazo de un penetrante dolor.
«Si te mueves, será
peor».
Y entonces se dio
cuenta de que su cabello estaba empapado.
—Si es una hemorragia...
No lo era.
Rápidamente, Lena
notó que el agua de una tubería rota estaba inundando los restos del pasillo, ahogando
los escombros que la aprisionaban.
«Hasta aquí llegó ese plan».
Sobre ella habían dos
trozos de concreto: uno era grande, y le tapaba la parte izquierda del cuerpo; el
otro era más pequeño y aguantaba el peso del anterior. Este último le tenía
inutilizado el brazo derecho, pero también le estaba salvando la vida. Si ese fragmento
cedía, estaría perdida.
Lena tanteó con su
mano libre y encontró el sobre que le había dado su asistente antes de morir. Examinándolo
con sus dedos, supo de inmediato que ese paquete tenía todo que ver con lo que
estaba pasando, cuando notó que en su interior había una cinta de video Super 8.
—Laura —murmuró Lena.
El día había llegado.
No cabía la menor duda. La única pregunta que quedaba era si podría usar sus
habilidades después de tantos años.
Lena intentó mover el
lado derecho de su cuerpo hasta que un ramalazo de agonía la hizo ver blanco. Ella
gritó y tosió de nuevo. El intenso calambre en sus músculos adormecidos la forzó
a hacer una mueca.
«Si lo hago, no poder
moverme», pensó.
—Si no te mueves, morirás
—dijo en voz alta.
De cualquier manera,
no sería fácil.
Su “habilidad
especial”, como ella solía bromear, estaba oxidada. Como un músculo atrofiado.
Si lo forzaba demasiado se rompería y sería el final de todo.
Lena cerró los ojos y
buscó esa parte en su mente que estaba sellada. Era como tener un nombre en la
punta de la lengua que no podía recordar.
«Joder».
El agua le estaba alcanzado el borde de ojos. Estando allí, tendida de espaldas, era cuestión de segundos antes de que le cubriera la nariz, la boca, y entonces...
«No hoy. No aquí».
Lena imaginó que su
cuerpo se expandía y se visualizó a sí misma detrás de ella. La imagen debía ser más que una imagen. Necesitaba incluir todos los sentidos.
La sensación de la
yema de sus dedos tocando el concreto húmedo, el olor a lluvia, la escasa luz
filtrándose por el techo destruido.
—Listo.
El pesado trozo que le
cubría la parte izquierda del cuerpo se movió un poco con el primer impulso. Y
luego un poco más.
Lena empujó desde
afuera, viéndose a sí misma acostada allí, inmóvil, magullada, enterrada del
pecho a los pies. Los músculos de su mente, esos que no estaban hechos de carne
y tendones, sino de energía, pujaron tensándose más y más.
Crac.
«No», advirtió una
voz en su interior.
Una raja estaba
surcando el concreto sobre su cuerpo. Un trozo de escombro se derrumbó cerca de su mejilla
y le abrió una herida desde el pómulo hasta la oreja.
Luego se desplomó otro pedazo
de techo, y otro más.
Lena tenía que
olvidarse de todo. Olvidar el dolor, las piedras, el agua que ya no la dejaba
respirar. Tenía que levantar los restos de hormigón y tenía que hacerlo...
—¡Ahora! —dijo
abriendo los ojos.
Los escombros se levantaron sobre su cuerpo, alzados por un remolino de energía invisible que hacía vibrar el aire.
En cuestión de
segundos, la cueva de pedazos de pared y techo se desplomó. Pero el tiempo
había bastado para que Lena escapara.
—Estuvo cerca —dijo
sin detenerse a mirar las fauces de cemento que por poco la habían tragado
entera.
A duras penas, Lena
caminó sintiendo que el suelo se bamboleaba como el de una pequeña embarcación
en mar abierto. El dolor sordo en su hombro dislocado, la sangre que manaba de
su nariz, y las punzadas latentes en su mano derecha la tenían mareada y al
borde de la consciencia.
Pero, no importaba.
Lo único importante
era el sobre en sus manos y la cinta Super 8.
Continuará…
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Se acerca el final
del Volumen 1 de “El Infierno de los Suicidas”. ¿Qué conexión hay con River y
los demás? ¿Quién es esa Laura que han nombrado varios personajes? Pronto lo
sabrás.
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