—¡Auxilio! —gritó el
camarógrafo mientras apuñalaba a Pope por la espalda.
A pesar de que la
navaja se hundía en el cuerpo de Pope con violencia, este recibió gustoso la primera y la segunda estocada. Después de la tercera, un borbollón de sangre oscura se le escapó
de la boca y se desplomó sin vida en el suelo cual muñeco de trapo.
«Estoy oxidado», admitió
River al ver a la cámara estrellarse contra el muro del fondo de la celda. Su
cuerpo ya no reaccionaba como antes. Lo sabía. Pero, al parecer, los años que
llevaba encerrado habían castrado su instinto animal. «Ni me di cuenta en qué
momento el camarógrafo se puso guantes de látex».
—¡Auxilio! —repitió
el camarógrafo, esta vez blandiendo la cuchilla contra River al tiempo que
sonaban las alarmas en toda la prisión.
Los guardias estarían
ahí de un momento a otro.
—Muy poco —le
dijo River a su atacante—, muy tarde.
El camarógrafo se
movía rápido, y contra cualquier otro oponente, sus arremetidas hubiesen sido certeras.
Sin embargo, a River le resultó fácil esquivarlas.
—¡Ayuda! —insistió el
hombre sonando desesperado, a pesar de que su rostro reflejaba un triunfo total.
—Muy bonito tu guion —dijo
River—. Yo "asesino" a una celebridad y me inflan con gas letal como si fuese un
globo.
—Aux...
River lanzó un golpetazo y le destrozó la cara al camarógrafo.
—Shh... Presta
atención: Debiste poner tu alarma cinco minutos antes.
—El tiempo de dios es
perfecto —dijo el camarógrafo haciendo un esfuerzo mediocre por contener el río
de sangre que emanaba de su nariz destruida.
River no tenía ganas
de reírse, pero se rio.
—Y al que madruga
dios le ayuda, cabrón. ¿No te parece conveniente?
En cuanto el camarógrafo
arremetió de nuevo, River le lanzó una patada directo al pecho, astillándole las
costillas, y tumbándolo al suelo.
El camarógrafo siguió
en el piso, inmóvil. Luego soltó el chuzo de cerámica, que de seguro se las
habían ingeniado para que estuviera cubierto de las huellas de River, y se guardó
los guantes de látex azul en el bolsillo.
Los guardias entraron justo en ese momento. Y no hubo más preguntas, ni respuestas.
Solo oscuridad.
Ahora que llevaba
horas confinado en el noveno círculo de San Quintín, el peor de los fosos en
SHU, River se maldecía por haber caído en la trampa.
Lo querían allí, en
un ataúd de metal y concreto, aislado de todos, condenado a muerte.
«Idiotas», pensó
River seguro de que lo habían dejado en bandeja de plata para Lucas por puro
accidente. «Cuando los proscritos del Vaticano descubran que marcaron mal el
día del juicio en el calendario, se van a arrepentir de este plan».
Moviendo la cabeza de
lado a lado, River se tronó el cuello. La estupidez de la iglesia no dejaba de
sorprenderle.
—Mantener imagen
pública, cuando el público estará muerto —sacudió la cabeza—. Brillante.
River abrió los ojos
por puro instinto al sentir como la pared vibraba, sacudida por un trueno. La
penumbra en SHU era absoluta, y por más que aguzara la vista, todo estaba
envuelto en negro.
Como pudo, River sacudió
los hombros y se puso de pie.
—Guardia —River le
propino una fuerte patada a la gruesa puerta de metal—. ¡Guardia!
Nada pasó.
River se esforzó por
escuchar y solo distinguió un rugido distante, como una bestia que se prepara
para atacar.
—Debo estar jugando
la güija —respondió el guardia con una voz que a River se le antojó nerviosa—.
Porque estoy escuchando a un muerto.
—¿Sigue lloviendo?
El hombre tardó en
responder.
—¿Qué coño crees que
soy? ¿La chica del clima?
El guardia no dijo nada
más por tanto tiempo que River temió
haber soñado la conversación. No fue sino hasta que se apartó de la puerta que escuchó
de nuevo la voz de su custodio:
—Zeus está arrecho.
River carcajeó con
amargura.
El día había llegado
y solo quedaba esperar.
—Guardia, ¿sigues
ahí? —Un silencio frío y profundo cayó alrededor de River—. ¿Guardia?
Esta vez fue como si al
hombre le hubiese costado responder por algo más que simple necedad, y cuando
por fin lo hizo su voz sonó quebrada, tal como la de un hombre enfermo.
—¡Joder! Claro que
estoy aquí, ¿a dónde se supone que voy a ir?
«Creo que estamos por
averiguarlo», pensó River.
Continuará...
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No se pierdan este
domingo la continuación de “El Infierno de los Suicidas”, ya en la etapa final
del Volumen 1.
El Infierno de los Suicidas por Christian Nava se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
Basada en una obra en http://navanieves.blogspot.com/.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://navanieves.blogspot.com/.
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