—"Abandona toda
esperanza, tú que entras aquí" —dijo River con sorna emergiendo de la
oscuridad de su celda.
—Luces bien para
estar muerto —dijo Lena intentando mantener la compostura.
River se recostó en
el umbral de SHU, al mejor estilo de James Dean, y curvó sus labios en una
expresión divertida. Excepto por su cabello al ras, y el traje naranja que
usaban todos los reos, lucía igual que la última vez: la misma quijada fuerte,
el mismo aire de malicia que podía bajar faldas sin esfuerzo.
—Quizás soy un zombi
muy atractivo —dijo River humedeciéndose la boca con la lengua.
—¿Qué haces aquí? —preguntó
Lena frunciendo el entrecejo.
—Evitar violaciones
todos los lunes y miércoles, evadir puñaladas cada otro sábado… —su expresión
se hizo de repente implacable—. La verdadera pregunta es: ¿Qué haces tú aquí?
La pregunta la tomó
por sorpresa. Lena no lo sabía. Se estaba moviendo por inercia. Tenía la esperanza de que la brújula le hubiese
llevado a alguna respuesta.
«Pero no a él».
Muy pronto la
ausencia de una respuesta se hizo pesada, y mantener el contacto con visual con
el gélido ojo azul y el inquietante ojo violeta de River se volvió una tarea
titánica.
Lena solo conocía dos
personas más con esa callada intensidad; esa forma intimidante de ver que la
hacían creer que solo bastaba con una mirada para violar su alma. Por fortuna,
esas dos personas estaban muertas.
«Igual que River»,
bufó una voz en su interior.
Lena retrocedió. Dio
un paso hacia atrás sin quitarle mirada de encima. No caería en su trampa. Si
River quería continuar tendría que salir de la celda, y jugar su juego.
—No te recuerdo tan
tímida —dijo River.
—¿Te escondes? —preguntó
Lena acusándole. Sabía que atacar su ego era la mejor forma de hacer mella en
su coraza.
—¿Esconderme? —River
sonrió, pero había una ferocidad latente en su mueca—. No tengo nada que
perder. Llevo años esperando que vengan a matarme.
Ambos se estaban
midiendo, calculando las intenciones del otro, caminando en círculos como dos
felinos enjaulados que se preparan para el ataque.
—No eres más que un
mocoso escondido debajo de la cama —dijo Lena.
—Yo no soy el que
buscas, Lena —dijo River entrecerrando los ojos—. No puedo hacerlo.
—Maldita sea, River. No
tenemos tiempo para esto. Solo tú puedes joder el apocalipsis. ¿Sabes qué está
pasando?
—¿Lo sabes tú?
—Quizás —respondió
Lena arrojándole la brújula que había llegado con el paquete que le entregaron justo
antes de la explosión—. ¿Reconoces esto?
River la observó
detalladamente, como si quisiera grabar todos los detalles del objeto en su
memoria.
—Creo que estás un
poco mayorcita para jugar a “Dora la Exploradora”.
—Sigues teniendo una gran
boca —recriminó Lena sintiéndose ofendida.
—¿Sigues teniendo la
garganta profunda? —bromeó River.
Lena respiró hondo.
—Acéptalo, tenemos
que irnos.
River se recostó de
nuevo contra la pared.
—¿Cuál es la prisa? Ni
que el mundo se fuera a acabar… Otra vez.
Antes de darse cuenta
de lo que hacía, Lena lo estaba apuntando con su Beretta.
—Debí matarte cuando
tuve la oportunidad.
River abrió los
brazos dándole la bienvenida al prospecto de un balazo. Ninguno de los dos se
movió. Ni siquiera cuando parpadearon los relámpagos feroces, acompañados por
truenos que retumbaban enfurecidos.
—¿Y bien? —preguntó
River—. ¿No me faltan un par de orificios en el pecho?
—Reconoces la brújula
—insistió Lena.
—Laura —asintió
River. Se notaba que el nombre pesaba en su lengua.
Por primera vez en
toda la conversación, River desvió la mirada.
—Mira allá afuera,
Lena. Jamás pensé que el hijo de puta lo haría. Pero lo hizo, y ganó.
—No creo que Lucas
haya seguido las reglas del juego.
—Si sigue con vida
déjalo que venga —desafío River—, todos los demás estamos muertos.
—No estoy tan segura de
que todos estén muertos —elucubró
Lena—. Alguien me envió la brújula, junto con un rollo de vídeo Super 8.
River cruzó los
brazos.
—Sabes que no me
gustan las películas.
—Que nadie te encontrara
hasta ahora, a pesar de estar justo bajo nuestras narices, la brújula, la película…
Creo que todo tiene que ver con Laura y Rain.
—¿Qué?
Lena giró la Beretta sobre
su eje, y le ofreció el mango de la pistola a River.
—Puede que tu hermana
esté tan muerta como tú.
—En ese caso…
River agarró la
culata de la semiautomática, pero Lena se aferró a ella en el último instante.
—¿Seguro? No habrá
marcha atrás.
Insistiendo, River asió
el arma de fuego y dijo con una sonrisa afilada en los labios:
—Llegó la hora de
joderle el apocalipsis a dios.
Final del Volumen 1
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