miércoles, 13 de noviembre de 2013

El Infierno de los Suicidas. Capítulo 28: LENA

—Una brújula sin norte —dijo Lena tras torcer y sacudir el cuerpo del tubo fluorescente en su mano en un intento por diluir la espesa oscuridad—. ¿A dónde vamos ahora?


Lena alumbró la brújula colgada en su cuello y giró a la derecha. El espectral fulgor cetrino del cilindro químico le confería un aspecto agobiante a los de por sí lúgubres pasillos enrejados; como si estuviese viendo las cosas lacadas en el mismo verde tétrico de unos lentes de visión nocturna.

—Ajá —exclamó contenta al encontrar lo que buscaba, solo para desanimarse de inmediato. El robusto manojo de llaves sobre la mesa más que una solución era un nuevo problema—. Esto va a tardar por siempre.

Aun cuando perteneció a “The Shadows”, Lena nunca tuvo ese talento de forzar cerraduras, o correlacionar el metal de la llave con el del cerrojo para acertar al primer intento.

Lena podía encajar su hombro dislocado a voluntad o suturar sus propias heridas, tal como lo había hecho en su apartamento al buscar una pistola y un atuendo que combinase con sus ganas de matar; pero ganzuar no era lo suyo.  

Ya había probado con siete llaves cuando un quejido metálico la hizo mirar sobre su hombro hacia la impenetrable negrura. Se escuchó como si las paredes estuviesen sollozando de dolor.

Desempaca tus cojones, mujer —se dijo así misma—. Son solo las tuberías.
Luego de una respiración profunda, y resolver probar suerte con la octava llave, otro ruido la obligó desenfundar su arma.

«Vamos, cabrón  —pensó apuntando su pistola a la penumbra—. Mi dedo tiene hambre de gatillo».


Lena caminó a paso firme y afiló sus sentidos hasta notar cada detalle en el corredor: la molesta humedad, los tubos que se extendían en el techo, las lámparas de halógeno sin vida, la maloliente cubeta amarilla a lo lejos, el siseo de la perenne lluvia, y el coleto junto a las pozas de vómito sanguinolento.

Acto seguido, Lena captó algo con el rabillo del ojo y se volvió, pistola primero, para encontrarse cara a cara con el rostro fantasmal de una mujer flotando frete a ella.

Sin embargo, en lugar de disparar, se sonrió.

—El verde no te sienta, Helena —dijo advirtiendo su reflejo en la caja de plástico metalizado y cristal donde se guardan los extintores.

No obstante, su aspecto consumido poco tenía que ver con la luz. Lena tenía los bordes de las fosas nasales manchados de sangre y la piel entorno a sus ojos estaba sensible e irritada, como si les hubiese caído agua caliente encima.

«Bonito momento para preocuparte de tu apariencia», pensó al girar una de las llaves en la cerradura, para luego maldecirse por el tiempo perdido.

Desde que había entrado a ese maldito lugar con sus decenas de puertas, retorcidos pasillos, largas rejas multiformes y coronas de púas, Lena malgastado tiempo invaluable.

—Entrar por la fuerza a prisión es tan difícil como escapar —dijo por lo bajo—. Al menos la brújula sirve.

Entonces, escuchó algo de nuevo: Un chirrido seguido de un golpeteo.


Lena miró a su derecha. Solo había una mesa, una jarra medio vacía y un par de vasos plásticos, uno de ellos aplastado en medio de un charco de café.

«No hay nadie».

O eso creyó hasta que se topó con un par de ojos pequeños y malévolos que brillaron casi tanto como los colmillos feroces que la amenazaban.

Ratas. ¡Cómo las odio! —dijo al observar cómo el enorme roedor saltaba ágilmente y se perdía por un pasadizo que hasta ahora Lena no había notado—. Un momento...

Al echarle una mirada a la brújula, vio que la aguja cambiaba de dirección.

»Vaya, vaya. Gracias, Mickey.

Lena tomó su nuevo rumbo y no tardó en llegar al pabellón de aislamiento.

Haya sido instinto o suerte, solo necesitó un intento para lograr su meta. Con el grito oxidado de la puerta al abrirse acallando sus pasos, Lena retrocedió hasta que se escuchó una voz que dijo:

—"Abandona toda esperanza, tú que entras aquí".

Continuará...

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Solo queda un capítulo más para el desenlace del Volumen 1. Prepárate para el final del comienzo

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El Infierno de los Suicidas por Christian Nava se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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