jueves, 26 de septiembre de 2013

El Infierno de los Suicidas. Capítulo 16: BRIT

—¿Qué haces? —preguntó Rebeca horrorizada.

—Algo —respondió Kevin, apretando contra el pecho a su hijo desmayado, mientras se adentraba directo a la tormenta.  

Brit jamás lo había visto así.


Ella siempre creyó que Kevin amaba más a su hermano que a ella. Ahora, estaba segura. No se trataba de celos o un simple pensamiento egoísta. Sencillamente, estaba sobrecogida con su trémula desesperación.  

—Kevin —repetía Rebeca, una y otra vez, aún a sabiendas de que no iba escucharla.

Los truenos y la lluvia ahogaban su voz.

Brit no se percató exactamente en qué momento salió del auto. Solo supo que debía seguir a Kevin.

«No veo un carajo», pensó.

A pesar de haber encogido los hombros, y cubrirse la cabeza con su chaqueta negra, en cuestión de segundos estaba empapada hasta los huesos.

—Brit... —dijo Rebeca.

—¿A dónde se fueron?


Sobre ellas, un rayo hendió el cielo. La luz le permitió a Brit advertir hacia dónde corría Kevin.

—Brit, espérame —pidió Rebeca haciendo un esfuerzo por alcanzarla.

«Te espero y los pierdo».

Brit anduvo un buen trecho siguiendo a su padre entre destello y destello, hasta que caminó lo que le pareció un siglo sin verlo.

—¡Kevin! —Brit lo buscó con la mirada, apartándose el cabello mojado del rostro.

Su papá y su hermano no estaban por ninguna parte.

«Maldición».

Sin darse cuenta, Brit se tropezó con una piedra y cayó de bruces en el suelo enlodado. Su rodilla izquierda se llevó la peor parte. Ahora tenían un agujero sanguinolento en una de las medias negras que le llegaba por encima del muslo. «Bonito día para usar faldita de colegiala», reprochó al levantarse.

Brit no quiso revisarse la herida, aún si hubiese tenido el estómago o el pulso para hacerlo, la lluvia no le dejaría distinguir mayor cosa.

En ese momento, un relámpago rasgó el cielo y Brit recordó algo que había leído en 9GAG: «Cuenta después del rayo hasta escuchar el trueno. Así sabrás si la tormenta se aleja o se acerca».

—Uno... dos... ¡Ahhhh!

Una mano la tomó por el codo y la hizo voltearse.


Brit tardó en entender lo que pasaba.

—Te caíste.

—Rebeca, casi me matas de un infarto —dijo Brit.

—Te me perdiste —explicó Rebeca recuperando el aliento—. Tu papá se fue hacia allá. Estás yendo en la dirección equivocada.

«Que le den por el culo a mi sentido de orientación».

Brit comenzaba a sentir punzadas en la rodilla.

—¿Cómo sabes que es por allá? —preguntó.

—Mira bien —señaló Rebeca hacia la izquierda.

El edificio comenzó a tomar forma tras la gruesa cortina de lluvia. Un segundo atrás solo veía oscuridad, y ahora allí estaba: una estación de servicio, lúgubre y sombría.

El lugar despedía una sensación de abandono tan fuerte que Brit la percibió aun a esa distancia.


—¿Tu móvil sigue sin...?

No dieron ni dos pasos, cuando Rebeca se abrazó el estómago y vomitó un fluido viscoso.

«Igual que Ed», pensó Brit llevándose la mano a la boca.

—Los marcianos están bailando —murmuró Rebeca limpiándose el rostro salpicado de bilis y sangre.

Brit sintió como si una mano helada le hubiese rozado la nuca.

—¿Qué dijiste?

Rebeca se enderezó y agrandó los ojos. Su rostro delataba un temor que iba más allá de la cordura.

—Nada. No dije nada. 

«Sí que lo dijiste».

Brit se acercó a su madrastra.

—Rebeca...

—¿Puedes seguir? —preguntó ella apresurando el paso.

—¿Yo? Tú fuiste la que dejó el estómago ahí —dijo Brit.

Ambas miraron a los lados de la carretera antes de cruzar. La vía estaba desolada. De hecho, ahora que lo pensaba bien, Brit no había visto ningún vehículo desde esa mañana.

Abajo del letrero, en el que apenas leía Texaco, yacían tres carros estacionados de forma desordenada. Por alguna extraña razón, Brit pensó que el lugar parecía la escena de un crimen. 

Dos de los autos tenían varias puertas abiertas. Uno de ellos todavía estaba conectado a la manguera del surtidor de gasolina.

«Pero no veo a nadie».

—¿Kevin? —dijo Rebeca apenas entraron a la tiendita cerca de los surtidores.

Brit pensó que se habría de sentir mejor al estar bajo techo, pero fue todo lo contrario.

Se sentía mal, y pronto se sentiría peor.

Continuará...

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No dejes de leer el próximo martes, un nuevo capítulo de “El Infierno de los Suicidas”.

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